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JULIO CESAR

de

Joseph L. Mankiewicz

 

 

 

 

El teatro sobrevuela constantemente en esta película. El film se localiza en la antigua Roma, sus calles, sus templos, sus senados, sus campos, sus campamentos, etc. Pero asi es el cine..." pura magia.....". De sobra sabemos que no estamos en la antigua Roma, sino en decorados magistralmente creados. Shakespeare utilizó decorados teatrales para diseccionarnos inmejorablemente al ser humano, y lo que hace Mankiewicz en esta película es recuperar su labor.  Mankiewicz adapta otra historia de este genio sobre el poder, pero esta vez no vemos cómo un hombre puede ser destruido por éste, sino cómo se puede emplear a las masas para obtenerlo. Sin embargo, se utiliza una parte soberbia para contarlo. Antes y después sólo vemos los clásicos discursos de Shakespeare para mostrarnos cómo se carcomen sus personajes, pero esto es eclipsado por dos discursos que nos muestra Mankiewicz para manipular a las masas:

 

 

-" El de James Mason (Bruto): usando el lenguaje sabiamente para trasmitir su mensaje, un mensaje honesto, sincero y de preocupación por el estado del país. A pesar de utilizar trucos para llevar a los oyentes por el cauce que se desea, el motivo para esto es legítimo. Y se consigue el propósito momentáneamente: convencerlos de que él lleva razón. Un buen manipulador y un gran actor.-"

 

 

-"  El de Marlon Brando (Marco Antonio): estando el otro discurso reciente, ahora se utiliza un lenguaje adulador que parezca que está dándole la razón al anterior mientras que va soltando pequeñas pullas que vayan preparando a la audiencia. Cuando ésta está lista para ser manipulada, entonces se emplean los golpes de efecto, las falsas promesas, el espectáculo, para no sólo no darle libertad para que elija por dónde quiere tirar, sino para arrastrarla por dónde el político exactamente quiera. Y lo que quiere es el poder, la guerra, y la aniquilación de los rivales. Un grandioso manipulador y un insuperable Brando -!

 

El resultado de cuál de los dos consigue su propósito es más que evidente.

 

 

Desde el principio de los tiempos, la honradez y la sinceridad nunca han vendido, justo al contrario que el morbo y los fuegos de artificio. Así pues, utilizando un envoltorio teatral, Mankiewicz, Shakespare o lo dos, nos disparan a bocajarro un mensaje estremecedor, lúcido y veraz que establece quién fue el que verdaderamente se preocupó por su nación, y no por la envidia o el poder, quedando para la historia como un modelo a seguir que nadie seguirá, y quién se preocupó exclusivamente por conseguir el poder a toda costa quedando como curiosamente en esa clase de político que al parecer todos pretenden ser. ¿De qué nos extrañamos?, si el poder siempre ha sido más jugoso que lo insulsamente correcto. Con “Julio César”, Joseph L. Mankiewicz nos regaló con gran maestría quizás la mejor adaptación cinematográfica de una de las inmensas obras del inmortal William Shakespeare, gran dramaturgo y experto conocedor de la psicología humana. En la obra original para teatro, el principal protagonista es Bruto, y en la película Mankiewicz se decanta por elevar la figura de Marco Antonio como el eje central y majestuoso de todo el drama. La historia recrea la conspiración en contra del dictador romano, su homicidio en los idus de marzo del año 44 a. C., así como nos inicia un poco en las secuelas posteriores. Es una película de gran calado, tanto por sus soliloquios, como por sus diálogos brillantes que hacen lucirse a todos sus intérpretes, en especial a Marco Antonio, espectacular Marlon Brando, del cual Mankiewicz dudaba y tenía en la recamara a Paul Scofield   y a Bruto, genial James Mason, hijo adoptivo de Julio César, y uno de sus principales asesinos. Pero no podemos olvidarnos de Calpurnia esposa de César, de Cayo Casio, principal instigador de la conspiración, de Gasca, de la dulce Porcia esposa de Bruto, y finalmente a Julio César. Si el reparto es superior, no se queda a la zaga el inmenso guión, la fenomenal fotografía de Joseph Ruttenberg, así como la genial banda sonora de Miklós Rózsa.

 

El poder de Julio César era tan inmenso, que algunos de los miembros de Senado temen que tal poder pueda tornarse en Absolutismo. Cayo Casio influyente Senador y gran orador, es el principal conspirador para que se termine con la vida del César, instigando a otros Senadores para que lo realicen. Asimismo Julio César, por consejo de Marco Antonio acude a visitar a un adivino, que le advierte que su vida corre peligro en los idus de marzo, a lo que el César no hace ni caso, su esposa Calpurnia también le avisa del sueño que ha tenido y en la que una estatua del César estaba sangrando mientras muchos romanos se lavaban las manos en la sangre. Toda ésta sucesión de hechos llegan a hasta su último extremo, y la película los retrata de forma antológica, en particular el asesinato de Julio César, y las posteriores apariciones ante las escalinatas tanto de Bruto dando su versión al pueblo, como posteriormente la aparición de Marco Antonio con el cuerpo de Julio César en sus brazos y su habilidad oratoria para poner en contra de Bruto a todo el pueblo de Roma, extraordinario, absolutamente extraordinario..

 

Primer drama histórico de los dos que realizó Joseph L. Mankiewicz, luego nos obsequiaría con una colosal e irrepetible: CLEOPATRA. Escrito por él, adapta con notable fidelidad el texto de la tragedia “Julius Caesar”, de W. Shakespeare, basada en textos de Plutarco. Se rueda en escenarios naturales de las Cuevas Branson e Iverson Ranch y en los platós de MGM Studios. La acción dramática tiene lugar en Roma y Filipos. Julio César muere y el segundo triunvirato se constituye. Tras su victoria sobre Pompeyo, César acumula casi todo el poder en Roma con el apoyo de sus partidarios, entre los que se cuenta Marco Antonio, el senador Cayo Casio, movido por oscuras intenciones, se erige en líder de un grupo de conspiradores del que forman parte, entre otros, Casca  y Metelo. A última hora se une a ellos Bruto, hijo adoptivo de César. Casio encarna la envidia y el resentimiento. Antonio representa la ambigüedad y la falsedad. Bruto es íntegro, honesto, ingenuo y manipulable....Y César personifica la suma de poder y autoridad. El guión no busca rigor histórico, sino la adaptación del texto de Shakespeare, que incluye personajes históricos y de ficción, hechos ciertos e imaginarios, amalgamados en una dramatización puesta al servicio del teatro. La obra explora las pasiones humanas que se mueven alrededor del poder, como la ambición, la venganza, la crueldad, la codicia, la vanidad. Explora además los mecanismos de la traición, la lealtad, la simulación, el engaño. Analiza las pasiones humanas que se movilizan sobre todo en el ámbito de las relaciones privadas interpersonales, como la envidia, el amor, la homosexualidad, los celos, el resentimiento, las antipatías y las rivalidades. El film construye las situaciones como una suma compleja de cuestiones privadas y públicas, que se cruzan, enlazan e interactúan. Estudia, además, las tareas de manipulación, tergiversación, ocultación y distorsión que se dan asociadas a la consecución y a la conservación del poder. Enfrenta dos maneras distintas de entender el poder público: como una monarquía absoluta o como una República dominada por una nobleza dividida y enfrentada por la consecución de cargos públicos. Los esquemas de Mankiewicz responden a los de Shakespeare, ferviente partidario de la reina Elizabeth I. Muestra la fragilidad del poder, incluso del poder absoluto, sometido siempre a la presión inmisericorde de las ambiciones de oponentes, resentidos y enemigos. La narración se apoya en unos monólogos y diálogos elaborados con pericia y brillantez, unas imágenes explicativas y escrutadoras de excelente composición, una ambientación ajustada, sobria y atractiva, una banda sonora que amplía la visión de las secuencias y el uso de premoniciones y augurios, como el aviso del visionario ciego, el sueño de Calpurnia  y el tiempo tempestuoso de la noche del 14 al 15 de marzo. A ello se unen las interpretaciones de un gran elenco de actores y actrices...Es todo un trabajo de actores en el que las actrices cumplen funciones complementarias.

 

 

 

Los rivales del futuro dictador de la República romana emplearon la historia de su vida intima a modo de arma arrojadiza en una infinidad de veces sin que les importara mucho que el relato fuera cierto o no. En un ambiente político exageradamente difamatorio, los rumores dieron lugar al apodo de «Reina de Bitinia» y a la definición de que Julio César era el «marido perfecto de toda mujer y la esposa de todo hombre». No en vano, también los propios soldados usaron el rumor para burlarse de su comandante en varias situaciones, sin que por ello disminuyera el enorme respeto que sentían por él. Hoy en día, la veracidad de la historia sigue puesta bajo cuestión, aunque Julio César se afanó en negarla en todo momento hasta el extremo de ofrecerse a jurar ante testigos que se trataba de una mentira. Su firmeza y el hecho de que no se conozcan otras supuestas relaciones homosexuales en su biografía ha hecho suponer a la mayoría de los historiadores que realmente se trataba de una difamación con el objetivo de despertar su cólera. Con el paso de los años, el asunto se convirtió en una de las pocas cosas que podían hacerle perder los estribos en público. El controvertido romance homosexual que persiguió a Julio César toda su carrera y tanto en el film como en los textos de Shakespeare  se puede apreciar diálogos entre él y Marco Antonio que dan luz sobre el tema. Paradójicamente, si por algo es conocida la vida sexual de Julio César es por su apetito insaciable  y por la falta de moderación en sus aventuras extramatrimoniales, en muchos casos con las mujeres de otros senadores. César, un hombre que vestía de forma llamativa y cuidaba mucho su aspecto físico –la calvicie fue una preocupación persistente en su vida–, tuvo un elevado número de aventuras fuera del matrimonio. El historiador clásico Suetonio relata que a menudo pagó precios muy altos por prostitutas y efebos de lo que hoy llamaríamos de «lujo», y que era «dado a los placeres sensuales», incluso con «mujeres de la nobleza» como Cleopatra. En total, Suetonio enumera que fueron al menos cinco las relaciones con esposas de senadoras, entre ellas Servilia, mujer de Marco Junio Bruto y posiblemente su amante favorita. La relación, de hecho, fue la que más se prolongó en el tiempo. «Amó como a ninguna a Servilia», afirma Suetonio sobre una relación que los años demostraron de alto voltaje. Así, el hijo de Servilia, también llamado Marco Junio Bruto, fue el senador que dio una de las últimas puñaladas a Julio César en el Senado. Para más coincidencia, el hermanastro de la aristócrata romana era Catón, uno de los opositores políticos más encarnizados de César, que estuvo dispuesto a extraerse los intestinos con sus propias manos antes que a rendirse al ejército del dictador. De Julio César dice que era sordo de la oreja izquierda, padecía ataques epilépticos, que era bisexual. se habló de que Marco Antonio era mas que sus manos y pies, también era dado a apelaciones populistas,  ambicioso pero se guardaba de precipitaciones, no era impresionable, de trato respetuoso y había alcanzado una edad relativamente elevada (56 años) en relación a la esperanza de vida de su tiempo. No tenía hijos a causa de la esterilidad de su esposa... Escenas memorables son el monólogo de 17 minutos de Antonio ante César, las 23 puñaladas de los conjurados, la secuencia en la que Antonio retira el busto de piedra y ocupa como suya la silla de César.

 

 

Es una magnífica adaptación de Shakespeare realizada por Mankiewicz, aunque tomó ciertas licencias en algunos pasajes, mantuvo el espíritu de la misma y a través de la cámara supo transmitirlo al espectador de forma magistral, para el gozo de todos, creando una obra lírica total. Destacaría en toda la obra a un personaje, para mí el mejor de todos, y el que realmente ha transmitido con su fuerza y el carisma de la obra auténtica, ha sido, James Mason (Brutus). Desde el comienzo, aparece de forma tímida y con el pasar de los minutos cobra tanta fuerza que se convierte en el centro de la obra y en el estandarte de la misma y por supuesto, en el mejor Brutus de todo el cine. Tampoco quiero menospreciar al resto del elenco que están a la par en cuanto actuación, y sin ellos no sería todo lo mismo, aunque haría un punto y aparte al Marco Antonio interpretado por el mejor actor de la historia: Marlon Brando. En resumen, un gozo para el alma, un deleite para los oídos y un regalo para el corazón, con actuaciones vivas, dinámicas y enérgicas, donde su esplendor teatral cobra auge. No cabe duda de que la cinta está espléndidamente dirigida por Mankiewicz, haciendo que se parezca más a una pieza teatral gracias a sus trabajados monólogos y diálogos. Tampoco se puede negar el talento interpretativo de sus actores. La fotografía del film es realmente exquisita al igual que el resto de elementos de la cinta, pero la fuerza de Marlon Brando es demasiado arrolladora y hace que el resto se tambalee y pierdan un poco de interés durante el transcurso del film. Para que puedan comprender mejor mis explicaciones, es mejor que lean la parte del monólogo de Brando tras la muerte del Cesar, es según mi opinión, la gran razón para visionar el film ya que se muestra el arrollador talento interpretativo del actor en una edad temprana. Y es que la fuerza de su monólogo es magnánima, incisiva y cargada de cientos de mensajes políticos.

 

 

 

Dirigida con un total dominio del pulso narrativo por parte de Mankiewicz, la película es, y hay que aceptarla como tal, "una adaptación de una obra teatral". Sin embargo, y pese a la evidencia de los decorados, es de tal magnitud y categoría el texto de Shakespeare, que una vez aceptamos tal convención lo único que nos queda es sentarnos y disfrutar durante casi dos horas de una maravillosa historia de traiciones e intrigas políticas en las altas esferas del poder romano. La película no se centra tanto en la planificación de la conspiración para acabar con Julio César, sino más bien en la planificación a nivel ideológico. Así, somos testigos de cómo gracias a las dotes persuasivas de Casio, se van añadiendo progresivamente más y más senadoras a la causa, entre ellos un dubitativo en principio y convencido a la larga Bruto, que será el encargado de dar la puñalada mortal a su amigo Julio César. Las interpretaciones están a un altísimo nivel y en los casos de Marlon Brando y James Mason rozan la perfección. Los diálogos suenan envueltos en un aurea de clima cerrado, para un medio como el cine, pero como he dicho antes, es preciso entrar y aceptar que se trata de una obra teatral, pues de lo contrario tanto los numerosos soliloquios como los enormes discursos sonarían artificiales. El filme posee un gran ritmo narrativo desde el primer momento. Las artimañas de Casio por convencer y arrastrar a Bruto son fascinantes. De igual manera, la planificación y ejecución del magnicidio son resultado de un saber hacer ejemplar por parte de Mankiewicz, un maestro donde los haya. Los discursos posteriores ante el pueblo de unos exaltados Bruto y Antonio son toda una lección de retórica y de sugestiva manipulación de las masas por parte de los políticos, pese a la evidentemente exagerada reacción de la plebe. Mason y Brando dejan el listón interpretativo a una altura estratosférica, y esas repeticiones continuas de “Y Bruto es un hombre de honor...” en los labios de Marco Antonio mientras el pueblo se enfurece hielan verdaderamente la sangre.  Todo un momento de tensión generada, obviando el tan ansiado enfrentamiento cara a cara entre Marco Antonio y Bruto, sino que todo se queda en algo estratégico que pierden los conspiradores en favor del mencionado Antonio y el joven Octavio. Así pues, "Julio César" es una gran adaptación cinematográfica de la obra homónima del célebre dramaturgo inglés Shakespeare. Una auténtica lección de dirección e interpretación para una historia cargada de fuerza e inteligencia que aún hoy en día sigue estremeciendo como la primera vez. Muy recomendable.

 

 

La forma en la que un emperador pierde su poder es porque la confianza abre el camino a la conspiración, sin duda alguna todo el proceso de sublevación, como el grupo convence a un hombre honrado para que los represente y conseguir derrocar a Julio César es lo mejor de la cinta, donde la ambición paga su deuda, y entonces aparece la figura de Marco Antonio para comenzar a destapar la ¿injusticia? y avisar que el espíritu se tomará su venganza en forma de guerras... una segunda parte mucho mas convencional, sin entretenerse en escenas de batallas, para culminar con la moralidad de quien ha sido el que gobernaría tras Julio César, si el honrado o el manipulador... y es que desde el comienzo de los tiempos de la política el pueblo siempre ha sido engañado, enseguida tomamos a Bruto como un asesino injusto y no lo era y así se idolatra a Antonio. Conocido como el director de la palabra, , guionista, productor y cineasta no podía dejar de sustraerse a la tentación de llevar a la pantalla la inmortal obra de Shakespeare basada en los textos de Plutarco. Y lo hizo con un modesto presupuesto en blanco y negro pero con un reparto de lujo, que huía de los fastos del Technicolor y el Cinemascope para centrarse en la magia del lenguaje y la interpretación. Como es habitual en las obras del dramaturgo, sus temas son universales y afectan a la condición humana, una profunda reflexión sobre los regímenes autoritarios, la ambición, el poder, la lealtad y la traición. Las palabras de un humilde ciego son premonitorias: “César, cuídate de los idus de Marzo”, ratificada en sueños por la esposa de éste. Evidentemente los diálogos y monólogos son magistrales, por parte de la pléyade de actores que lidera un Marlon Brando asombroso con su famoso discurso desde las escaleras del senado al pueblo de Roma. Recomiendo la versión original para apreciar en toda su pureza la calidad del lenguaje, su fidelidad al texto original. Esta no es una película espectacular, ni de batallas épicas, son batallas dialécticas, pero de una precisión y belleza absoluta. Una narración creativa y elegante en la puesta en escena, lo que prevalece son los personajes atormentados por encima de los decorados y todo lo aleatorio. Excelente la fotografía y la música. Joseph Leo Mankiewicz debió tener la historia in mente para diez años después realizar, con un presupuesto incalculable, un Cesar extraordinario, un Antonio mas que enamorado y una Elizabeth Taylor creada para embellecer la historia del cine, el film que ha superado el supercolosalismo, con las escenas mas bellas que mis ojos vieron y que se llamó CLEOPATRA.

 

Según las crónicas, los actores cobraron una cuarta parte de su caché habitual, el director afirmaba que desistió del color para que “el rojo de la sangre no inundara las relaciones de los protagonistas”. En cambio el productor John Houseman aludía al discreto presupuesto, incluso que tuvieron que utilizar el vestuario de “Quo Vadis”, superproducción anterior. Es obvio que esta versión de Shakespeare es la personal visión del cineasta como un “drama contemporáneo”, pero en mi opinión, está a la altura de los maestros en el tema de adaptaciones como fueron Orson Welles y Laurence Olivier, dos genios de la escena. John Houseman es el productor e impulsor del film para la MGM, que en 1937 con su compañía creada por Orson Welles Mercury Theater hizo una aclamada versión en los escenarios de Broadway, protagonizándola Welles, aunque estaba enemistado por una pelea con Welles recurrió a él, pero este estaba preparando otra shakesperiana obra para el cine, “Otelo”, financiada por el Rey Faruk de Egipto, así que Houseman echó mano de Mankiewicz, que además adapta con fidelidad la obra del genial, que se inspiraba en textos de Plutarco, por supuesto no se le puede buscar rigor histórico es una fabulación dramática sobre lo que realmente pudo pasar.

 

 

 

 

JULIO CESAR, es esencialmente teatro con majestuosa puesta en escena, pero teatro, y como un homenaje a Shakespeare y a como el proyectó su obra, con diálogos solemnes, con el marcado marchamo teatral-operístico, para disfrutar debes aceptarlo como aceptas en un musical que en medio de una conversación se pongan a cantar y bailar. Es un relato que aborda la capacidad de manipulación, de demagogia, de hipocresía que detenta la condición humana, impresionante el discurso de James Mason, pero Marlon Brando hace lo difícil y le supera, demostrando que con pasión y mucha labia se puede ser el Maestro de Marionetas, haciendo que las masas del populacho bailen a su antojo. La cinta posee un fluido ritmo, unos inteligentes diálogos de una enorme profundidad en manos de unos actores sublimes. La historia reflexiona sobre los mecanismos sibilinos del poder, sobre la demagogia enfrentada al idealismo, sobre dos formas de entender la política, en realidad se enfrentan el fascismo de que como una persona está destinada a ser el guía de un pueblo, aunque sea a través de la tiranía, en este caso Julio César, y la otra la República donde el poder recae en los senadores, representan a la nobleza del pueblo, dos imperfectos sistemas, de hecho Mankiewicz tiene el acierto de no posicionarse, no hay buenos y malos, todos son grises, priman las ideologías manejadas con demagogia, las dos creen tener razón, las dos creen estar luchando por su pueblo, es un duelo por la integridad personal en el que sobresale Bruto. Y la ley del más fuerte siempre terminara siendo la opción ganadora, se ahonda en las debilidades humanas como la codicia, la ambición, la traición, la hipocresía, la venganza, el egocentrismo, la vanidad, la envidia, la mentira, la tiranía, en duelo contra la lealtad, el idealismo, el honor, la nobleza, o el patriotismo. Se estudia los mecanismos en las alcantarillas del poder, las medias verdades, la tergiversación de argumentos, las conspiraciones en las que se unen todo tipo de personas, con diferentes visiones del mundo pero con el enemigo a derrocar, se reflexiona sobre las astucia, sobre la ambigüedad moral para moldear a la opinión pública a tu antojo.

 

La cinta posee grandiosos momentos que perduran en la mente del buen cinéfilo, desde el arranque en que la gente festeja la entrada de Julio César en Roma tras su victoria ante Pompeyo, cuando poco tiempo atrás vitoreaban a Pompeyo como salvador de la República, o la reunión nocturna en casa de Bruto donde los conspiradores con Casio a la cabeza convencen al anfitrión de asesinar a Julio César, o el modo sutil apelando a su vanidad y narcisismo en que el senador Décimo Bruto convence a Julio César de que debe ir al Senado a pesar de los malos augurios de los sueños de su esposa Calpurnia, terminando Julio con la frase <El cobarde muere mil muertes", decide estoicamente, el héroe una vez>, o la portentosa planificación del apuñalamiento múltiple en el senado, con ese último pincho de bruto, con julio César acercándose en un sofocante primer plano con la mano extendida hacia su ahijado y este le responde clavándole la daga y el asesinado responde con la mítica frase <Tú también Bruto>, y por supuesto el Descomunal duelo de discursos, primero el de Bruto y el segundo el de Marco Antonio, con el cuerpo en brazos aun sangrante de Julio César, pasional, mordaz, agudo, penetrante, arrollador, arranca con

 

-"Amigos, romanos, compatriotas, prestadme vuestros oídos. Vengo a enterrar a César, no a alabarlo. El mal que hacen los hombres vive después de ellos, el bien es a menudo enterrado con sus huesos; Que así sea con César…"-

 

Son 12 minutos Apoteósicos, el zenit de la película, una de las cimas de la retórica y el dominio de las masas y Marco Antonio culminada con la alegórica imagen, moviendo el busto de Julio César para a continuación sentarse en el sillón Imperial.

 

 

La puesta en escena es de una enorme sobriedad, eminentemente teatral, con una gran calidad por la dirección de Edward Carfagno  y Cedric Gibbons. Ambos recrean con un toque una Roma angosta, de callejuelas, mezclando su pomposidad monumental con lo tenebroso, no hay grandes plazas, no hay lugares abiertos, emitiendo una sensación claustrofóbica, apartado importante por el que fueron premiados con el único Oscar de la cinta, singular teniendo en cuenta que utilizaron restos reciclados de decorados de “Quo Vadis”, ayudados por la excelente fotografía de Joseph Ruttenberg, donde juegan con el expresionismo alemán, con angulaciones de cámara, contrapicados que dan impresión de grandiosidad, con tomas nocturnas angustiosas, y dramáticos primeros planos, con épicas tomas de las masas enfervorecidas, destacable el vestuario de Herschel McCoy, de suntuosas togas patricias. Todos los actores realizan una labor cumbre, comenzando por  Marlon Brando, coloso entre Colosos, fuerza desbordante de la naturaleza, poseedor de un carisma atronador, actuación Sublime, con un discurso ante el féretro de Julio César, lección de cómo se puede envolver a la muchedumbre con palabras virulentas, con un tremebundo cinismo, ejemplo como repite con sorna que Bruto es un hombre de honor, Brando es una figura entusiasta, exponiendo tremenda intensidad, con ese muy suyo lenguaje gestual fascinante, personificación de las ansias de poder y de la manipulación. A Brando le fue impuesto a Mankiewicz, este prefería a Paul Scofield, recelaba de su dicción susurrante, pero Brando recabó asesoramiento en este apartado a John Gielgud, haciendo que Brando recitara de un modo extraordinario. James Mason es lo contrapuesto a Marco Antonio, es el idealismo, el pragmatismo, el patriotismo, exhibe evolución, dudas, sombras, tormento, complejidad, integridad, nobleza, sentimientos de culpa, y  Mason lo emite con contención, con fuerza, con hondura, consiguiendo al final que su personaje sea el de un perdedor, pero que su idealismo retumbará en la Historia. Louis Calhern como Julio Cesar es majestuoso, la estampa del poder, del dominio total, de la prepotencia, tipo al que encanta le adulen, magnífica su aura y John Gielgud (en su primera a aparición en una producción USA) como Casio resulta la perversa encarnación, sombría sus alocuciones por la envidia que siente por César.

 

 

 

 

Para un espectador como yo, que ha leído mucho de la obra de Shakespeare, cabe decir que, prácticamente, la obra se puede dar por leída en gran medida, puesto que la película que nos ocupa es, básicamente, un trasunto de la obra teatral, llevada a la secuenciación propia del cine, pero conservando la escenografía típica de la dramaturgia teatral, excepción hecha en el caso de ciertos planos panorámicos y de la última media hora, en donde se representan las batallas en campo abierto. Esto, que para ciertas personas constituye una virtud, para mí representa un ligero hándicap. Por dos motivos: a) en cierto modo, el séptimo arte comporta una popularización de la emoción estética producida por las artes más clásicas, porque el lenguaje visual-secuencial es más concordante con la percepción humana, no circunscrita a los límites del escenario teatral, ni sujeta a la lenta digestión de la literatura; en ese sentido, una mimetización del libreto teatral, adaptada únicamente a la óptica meramente técnica de la cinematografía, desaprovecha con las posibilidades de la filmación; esto es, se echa en falta en la película algunos recursos más propios del cine, asimismo, apartándose un tanto del texto original, un guión más accesible al gran público, y más concordante con el ritmo cinematográfico, hubiera resultado más positivo. Matices éstos que considero válidos en el caso de una película, pero que, en la sala del teatro, o con el libro entre las manos, no los consideraría. Por lo demás, la película se sale en muchos aspectos: actuaciones, interiores, exteriores, fotografía, ... no sé cómo, pero logra captar esa silueta oronda, recia y mítica de nuestros antepasados, que ya he visto en películas sobre la antigüedad de Pasolini, como en Edipo Rey. Y fantásticas interpretaciones de todo el reparto. Momentos para recuerdo: la instantánea del destino, encarnado por el visionario ciego en primer plano, con Marco Antonio en pleno despliegue demagógico en la escalinata del Senado. Los siniestros ramajes desnudos que acompañan a Bruto y Casio en sus muertes y en los momentos previos... la decoración, la colocación de estatuas y bustos... el fantasma de César y la ondulación de la llama previa a la aparición  y después se apaga. El espíritu de César, implacable, ha vuelto a ejecutar sus designios.

 

 

 

Lo que sostiene por años en el poder a los más atroces políticos, es su decisión a ultranza de deshacerse de quien sea, y como sea, que surja como obstáculo en su camino; es su capacidad de hacer alianzas con quienquiera que decida favorecerlos, aunque luego deban favores que pagarán con creces o traicionarán con actitud rastrera; y es, entre otras cosas, su capacidad de mentir elevada a la máxima potencia y su decisión de mantenerse en el engaño aunque les toque jurar sobre lo más sagrado. Bien se sabe que, los actos más atroces cometidos contra la humanidad, se han gestado en salas gubernamentales y por hombres que luego han merecido monumentos. Y todas las infamias que han perpetuado la miseria de los pueblos gritan, sin que puedan acallarse, entre las paredes de las casas de gobierno. ¡Cuán poca fe tenía, el gran dramaturgo William Shakespeare, en los hombres de Estado! “El abuso de la grandeza –decía- se produce cuando se separa la clemencia del poder”. Y cuentan los historiadores, que fue bebiendo de la fuente de Plutarco que le vino la idea de hablar de los romanos. ¡Y vaya terreno en el que anidó la corrupción y la mentira, y qué bien sirve de ejemplo para el resto de la historia! . El resultado es una obra que deslumbra con su magnífico lenguaje, con su presentación de personajes intensos y contradictorios, que impactan y sacuden, como Marco Bruto, Marco Antonio o Casio. El primero y el último, con un deseo que trasciende los personales afectos para beneficio del común. Y el segundo, dispuesto a adular a quien sea y a prometer lo imposible, para preservar el poder. Cayo Julio César había dejado los suficientes motivos para ser recordado cuando fue asesinado durante los idus de marzo del 44 a.C. No obstante, sus asesinos también lograron la inmortalidad al perpetrar el magnicidio, algunos hablaban del final de un tirano ambicioso y sediento de gloria, otros se cuestionaban el atentando de más de una veintena de puñales frente a un hombre desarmado que había ordenado restituir las estatuas de Pompeyo. Entonces llegó William Shakespeare y se aseguró para las letras la inmortalidad de Marco Junio Bruto, prominente hombre de estado, nieto de Marco Porcio Catón e hijo de Servilia, quien fuera durante muchos años la amante más recurrente del conquistador de las Galias. James Mason se encarga de ponerse la toga de este senador de buenas intenciones que se ve arrastrado por su círculo familiar a atentar contra un superior, un amigo, un hombre que le había perdonado... un padre. Mason cuaja a la perfección como el idealista estoico atormentado por su propia mujer y debatido entre lo que es justo y lo que no. Shakespeare edulcora la Historia y el Bruto real tuvo más aristas, pero Mankiewicz y su gran talento, estaban allí para recrear la pieza teatral, no hacer un análisis de aquel tiempo donde se empezaba a intuir el Imperio Romano. Por el otro lado, en el bando cesariano, empiezan a asomar hombres jóvenes, brillantes y ambiciosos, dispuestos a utilizar a las masas y cediéndoos de poder. Aunque se intuye que un sobrino-nieto de César llamado Octavio tiene la cabeza muy bien amueblada, quien al principio llevará las riendas es Marco Antonio, interpretado por un Marlon Brando que se come la cámara desde la primera vez que se planta ante la tribuna de los oradores. La película, a pesar de su encantador blanco y negro, tiene carencias y en la resolución pierde un poco, aunque Mason, Brando, Calhern y cía, justifican la espera y la resolución de las dos batallas de Filipos.

 

 

El guión, escrito por el director y basado en la obra de teatro de William Shakespeare es conspiratorio al más puro estilo romano y muestra una historia biográfica que deja evidencias de cómo funcionaba todo en la antigua Roma, tanto por el Cesar, el senado y el pueblo para cautivar a los amantes del teatro y del género, así como a los cinéfilos más exigentes. Esto se lleva a cabo con una narrativa clásica que con tono sugestivo y educado deja clara las conspiraciones que se cometían así como la manipulación del pueblo con el arte de la retórica. Concluyendo, la considero una obra indispensable para los amantes del teatro clásico y los seguidores de Shakespeare al mostrar una arrebatadora historia que expone una pequeña parte de Roma y sus traiciones entre supuestos amigos para provocar reacción en el público. Recomendable por su dirección, guión, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que vuelven a Julio César, un film incitador en lo que se ofrece y enorme por sus interpretaciones. Hasta entonces Joseph L. Mankievicz había dirigido guiones propios y ajenos, originales y adaptados, pero con Julio Cesar era la primera vez que se enfrentaba a una adaptación de una obra de la magnitud de la creada por Shakespeare tres siglo antes. Y ante la evidencia del texto, Joseph L. Mankievicz pecó de humilde al mantenerse en un segundo plano dejando que fuera el propio Shakespeare quien brillara en su adaptación. Como siempre en la obra del escritor inglés detrás de los hechos se esconden profundas reflexiones, en este caso sobre el patriotismo, la lealtad o el honor. La película se aleja completamente de todo lo que había dirigido hasta entonces. En Julio Cesar no hay lugar para que el finísimo y elegante guionista que había demostrado ser haga acto de presencia, y su trabajo, aunque fiel y preciso, no refleja su potencial como escritor. La película habla por boca de Shakespeare, sin que se aprecie la mano de Mankievicz como intermediario, lo lograría con creces diez años después con CLEOPATRA. Dependiendo del intermediario eso puede ser una virtud, pero en este caso se podía esperar algo más del maestro del dialogo. Así la fuerza de la película viene dada de sus diálogos, por sus momentos más dramáticos. Algo que, por supuesto, ya estaba en el texto original. Y al igual que en otros textos de Shakespeare la fuerza de muchos de estos momentos se ve contrarestada por la densidad de algunos otros más difíciles de sobrellevar. Y es en estos momentos es donde tenia que haber brillado como se merece Mankievicz, maestro absoluto donde los haya.

 

En cualquier caso, y dado el origen teatral de la historia, los que se lucen con el texto son los actores, aunque la candidatura al Oscar se la llevó Marlon Brando, pero quien está soberbio es James Mason dando vida a Bruto, uno de los principales instigadores del asesinato, junto a Casio, interpretado por el extraordinario John Gielgud. En cualquier caso, reconozcamos que el peso de Brando es de otro planeta, y ayuda a que el trío de lujo eleve la película por encima del poder de Mankievicz, que se limitó a ser correcto y funcional...

 

 !Ya vendrían tiempos mejores!

 

 

 

 

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