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VÉRTIGO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antes de comenzar este articulo, quiero recodar que VÉRTIGO, está considerada como la mejor película de la historia del cine.

 

 

 

 

En la novela de Boileau y Narcejac en la cual se basó la película, el protagonista es impotente. Los autores detallan, con toda claridad en el primer capítulo, que nunca ha conocido a una mujer aunque tenga más de treinta años. En la adaptación cinematográfica, Hitchcock multiplica las alusiones a la sexualidad de Scottie. En la segunda escena, un diálogo larguísimo en el departamento de Midge, Scottie maneja un bastón sin saber qué hacer con él mientras que Midge habla de su corto noviazgo que se interrumpió porque entre ellos dos no pasó nada. Apunta con él hacia un sostén; en efecto el trabajo de Midge consiste en fabricar lencería, lo que añade erotismo a la escena. El bastón de Scottie es un sustituto de su sexo, insinuando que no sabe que hacer con él en compañía de una mujer que le desea carnalmente. Midge le habla como a un niño...¡Ahora eres un niño grande!.... Al final de la larga secuencia, Scottie trata de luchar contra su vértigo subiéndose poco a poco a un escabel. Hitchcock nos enseña, en un plano muy breve, dibujos de mujeres al pie de los escalones. Nos sugiere así un ensayo de erección. La escena acaba en Scottie cayendo en los brazos de Midge. La ironía llega a su cumbre con la utilización de la Torre Coit muy famosa en San Francisco y cuya construcción fue financiada por Lili Hitchcock Coït,  que nada tiene que ver con el director... La torre, obvio símbolo fálico, fue diseñada en forma de boca de riego porque a Lili Coït le gustaban mucho los bomberos. Se ve constantemente desde la ventana del piso de Scottie como para reírse de su falta de vigor sexual. Cuando Madeleine, después de su ensayo de suicidio viene a darle las gracias a Scottie, dice que encontró su casa gracias a la torre. Scottie le contesta que es la primera vez que le es útil para algo. Poco después, en una escena, las olas que se rompen en la playa, nos sugiere fuertemente que se acostaron juntos. Scottie está entonces convencido de que Madeleine es una reencarnación de Carlota (bisabuela de Madeleine, objeto de su obsesión). Pues se ha acostado con una muerta. Hitchcock en su entrevista con François Truffaut habla de necrofilia. Es incapaz de hacer el amor con una mujer de carne y hueso. Más tarde tendrá una relación sexual con Judy sólo después de haberla transformado en Madeleine. Se parece entonces a Pigmalión que se enamoró de su obra de arte.

 

 

 

 

 

Vértigo es, como indico en este artículo, la mejor película de todos los tiempos. No lo digo yo, sino la revista británica Sight and Sound: el filme de Alfred Hitchcock es, desde 2012, la primera en su prestigioso ranking, desbancando a la que hasta ese momento había sido imbatible, Ciudadano Kane. Y es que, después de 60 años, no sólo ha mantenido su suspense intacto, sino que sigue siendo objeto de nuevas lecturas y homenajes. Capa tras capa, color tras color, moños con forma de espiral y retratos de museo. Su maestría sigue dejándonos como al protagonista: ligeramente mareados y completamente obsesionados. Un detective con profundo trauma, una misión llena de misterio y una mujer portadora del caos: parecen los elementos que formarían cualquier historia clásica de cine negro, pero no lo es. Al menos, no del todo. Hitchcock se adentró en el género para subvertirlo con sus lecturas psicológicas y su brillante autoconciencia, sin abandonar sus fetiches (el suspense y las mujeres rubias) ni tampoco su capacidad de sorprender al espectador con los giros de la historia. En un magnífico relato de misterio. En su interior es mucho, mucho más. Vértigo, que cuenta cómo John "Scottie" Ferguson (James Stewart) se obsesiona con Madeleine (Kim Novak) mientras la vigila por petición de su marido, es una reflexión sobre el deseo, el trauma, los ideales y la incidencia inconsciente que el pasado tiene sobre el presente. La película nos habla en varias ocasiones de ese tiempo anterior como un lugar donde había “poder y libertad” para los hombres, pero, ¿qué significan esas palabras? ¿Cómo puede lo vivido calar en el subconsciente para convertir a un hombre en su peor pesadilla? ¿Para convertir a nuestro héroe en un ser obsesivo y a nuestra femme fatale en una víctima de sus sueños febriles?, Si lo pensamos bien, esta es, en realidad, la historia del encubrimiento de un asesinato por violencia de género. Sin embargo, no es ese hecho el que se nos queda: el relato de amor, fantasmas y engaños es mucho más suculento. Nos adentramos en él de nuevo, en todas sus capas de significado, seis décadas después de su estreno.

 

 

 

 

Tras revisar Vértigo más profundamente, es imposible dejar de cuestionarse los supuestos logros argumentales de los trhillers psicológicos actuales. Películas que nos maravillan con inesperados giros de guión, donde nada acaba siendo lo que parece y donde el personaje principal sucumbe ante una crisis mental que le está alejando de una realidad que sólo el espectador cree conocer. Hace muchos años Hitchcock cocinaba con ese material, y es en Vértigo donde se reta a sí mismo para hacer una de sus películas más personales y autobiográficas desde el punto de vista de sus obsesiones, miedos y fantasmas. Vértigo lo tiene todo. Técnicamente es una película virtuosa y preciosista. Mimada y pensada hasta el último detalle, obsesiva como su protagonista y como su realizador. Sólo cabe pensar en Kubrick como alguien tan o más obsesivo en cuanto a la puesta en escena se refiere, como parte fundamental de la historia, que esconde y moldea entre líneas las claves para acercarse a lo pretendido por el autor haciendo de lo puramente visual y escenográfico un pulso de interactividad con el espectador. Vértigo es además una película tramposa en el mejor sentido de la palabra. Un thriller policíaco que sirve de tapa tras la que se esconde una historia de amor enfermiza. Esta vez Hitchock, huyendo de sí mismo, despoja la película de todo arquetipo y artificio de suspense al que tenía acostumbrado a su público. Y de forma deliberada va desvelando la supuesta trama principal que preocupa al espectador. La del relato policíaco, la de las identidades, la de “descubre al asesino”.., para quedarse con lo que al él realmente le inquieta y que ya nos introduce en el primer acto, mientras Scottie sigue durante quince minutos de metraje en silencio, los pasos de Madeleine; Una mórbida obsesión, una atracción irrefrenable hacia el objeto de deseo, una mujer que no existe, un amor inalcanzable, etéreo e imaginario, frío y misterioso. Con una banda sonora como nunca antes se había visto, y que ha servido de inspiración en todos los compositores de cine actuales, homenajeada y copiada hasta la saciedad, Vértigo es una película moderna y adelantada a su tiempo. Censurada en parte, por lo necrófilo y adultero. Criticada por sus desentramados, ambigua por la psicología de su personaje principal, misógino y deshumanizado por momentos y su desasosegante objeto de deseo que no se ajusta a lo habitual o a lo políticamente correcto. Hoy Vértigo es un verdadero manual de cine. Un lienzo de obligada revisión, en el que se aprende, se reflexiona y lo más importante, se nos invita a experimentar esa extraña y desconcertante sensación de atracción y miedo que es el vértigo y que por qué no, también  nuestros objetos de deseo.

 

 

 

 

 

 

Para escribir el guión de Vértigo,​ recurre, antes de mostrarse satisfecho, a no menos de tres autores. El último, Samuel Taylor, reconocería más tarde que había trabajado sin leer ni el primer guión ni la novela original, limitándose a seguir las indicaciones del director, para concentrarse en el personaje principal. El realizador contrata como estrella masculina a James Stewart. Para interpretar a la obsesiva mujer joven, Hitchcock desea en principio a Vera Miles, pero está embarazada, y se ve forzada a renunciar. Entonces, el estudio le encuentra una sustituta en Kim Novak, que hará aquí uno de sus mejores papeles. Aunque se centra en un homicidio, Vértigo, no es propiamente una película policíaca, sino, según las propias palabras del realizador, «una historia de amor de clima extraño». Stewart es «Scottie", un antiguo investigador de la policía que sufre acrofobia que progresivamente se obsesiona con una misteriosa joven (Novak). El vértigo invencible y la obsesión de Scottie desembocan en una tragedia. Entonces, encuentra otra joven que se parece sorprendentemente a la desaparecida....El estreno tiene lugar en España, en el Festival de San Sebastián,​ donde Hitchcock gana la Concha de Plata. Aunque actualmente sea considerado un clásico, Vértigo, se enfrenta sin embargo, en su estreno, a críticas negativas y a una acogida reservada por parte del público; marca la última colaboración entre James Stewart y el director.​ La película, sin embargo, hoy es considerada como la mejor película del realizador

 

 

 

 

 

 

Cuando uno entra a valorar cualquier título de Alfred Hitchcock debe ir siempre con pies de plomo. Se ha escrito tanto y se ha criticado tanto sobre sus películas, su forma de rodar o de ver el cine, que cualquier opinión que sea contraria a la corriente natural de todos, resulta ser un ejercicio de auto estima para intentar dar una objetiva explicación de tu posición contraria al resto de los mortales. Una larga y fructífera carrera como la del maestro Hitch está jalonada por buenas películas, estupendas películas y grandes obras maestras. Entre estas últimas, siempre se ha destacado films como 'La ventana indiscreta' (1954), 'Los pájaros' (1963), 'Psicosis' (1960), 'Rebeca' (1940), 'Con la muerte en los talones' (1959), 'Recuerda' (1945) o 'Sospecha' (1941). Es obvio, son grandes e imperecederas. Pero también se ha incluido en esta terna de títulos otra película que conlleva muchas connotaciones: 'Vértigo' (1958). ¿Cuál es el problema? Que ha estado sobre valorada. Ahora es cuando me caen las tortas. La cuarta colaboración entre James Stewart y Alfred Hitchcock ('La soga', 1947; 'El hombre que sabía demasiado', 1953; 'La ventana indiscreta', 1954) se convirtió en un retrato personal del propio director que usó la efigie del actor para encarnar a su alter ego en pantalla. Siempre que ha tenido oportunidad, el realizador ha incluido en su cine fobias y filias personales, fetiches, fantasías eróticas y traumas. Ha utilizado su cine a modo de catarsis para tratar de reflejar sus propios demonios y verlos expuestos. Ya sean recuerdos de su madre (una figura que se reitera en casi todos sus títulos), la falsa culpabilidad y sobre todo sus más sórdidas y oscuras fantasías sexuales, el cine de Hitchcock es una continua muestra del alma de su creador. Tal vez Cary Grant y James Stewart hayan sido quienes mejor han sabido trasladar la esencia del director a la pantalla. Sus obsesiones, siempre marcadas con un elemento sexual implícito en todas sus tramas, han configurado una filmografía que ha jugado al engaño, a la tensión, al thriller más directo que ha rozado el terror extremo ('Psicosis', 1960). Conocidos es por todos la pasión, por no decir tremenda debilidad, que sentía el creador por un determinado tipo de mujer. Por mostrarla como él se la imaginaba: lejana, distante, misteriosa, posesiva y morbosa. Con Grace Kelly lo trató de plasmar (tanto dentro como fuera de la pantalla); con Tippi Hedren rayó el escándalo; con Janet Leigh otro tanto de lo mismo. Pero quizás fuera con Kim Novak con la que dio en la diana en su intento de enseñar al mundo su más perversa imagen de la mujer, vista por su imaginación.

 

 

 

 

 

Sin duda, la película es un vehículo para el disfrute del director, disimulado de falso thriller durante su primera hora, para de un modo bastante frío y desconcertante, desvelar a medio metraje quién es el asesino y sus motivaciones, para trasladar la trama a donde realmente le importa al realizador: a plasmar su fantasía en pantalla. La otra mitad del film, la que de verdad sobresale, es un delicioso y morboso regalo para la imaginación. Con una sublime escena entre Stewart y Novak donde la cámara les envuelve y todo se vuelve bruma, como en sus fantasías. Sólo por esa escena merece la pena verla, que encumbra el mejor momento del film con el acompañamiento musical de la fascinante e inolvidable composición que creó Bernard Herrmann para las imágenes. El maestro, ducho y experimentado en alimentar expectativas, nos arrastra desde el primer momento a una espiral de sospechas y dudas, creando una falsa sensación de misterio que se desvanece a la hora en pos de narrar la verdadera parafilia del autor. Un envenenado canto a lo truculento, moviéndose entre sinuosas insinuaciones de lo moral y lo pasional. Justificando en cierta medida que la desazón de lo prohibido tiene su recompensa si uno abandona sus prejuicios y principios. Hitchcock aprovecha la ocasión para evadirse de su propio cine en este ejemplo de "capricho" personal que no gustó en su estreno. Lejos de su característico toque de cineasta que asombra y siembra dudas, aquí optó por un viaje interior a sus inquietantes fetiches. El uso de la iluminación en ciertas escenas esclarecedoras, advierte al espectador que estamos ante un peculiar juego personal del director. Todavía quedarían en su chistera prodigios en los siguientes años ('Con la muerte en los talones', 'Psicosis', 'Los pájaros' o 'Marnie, la ladrona', pero aquí decidió tomarse unas vacaciones de su propio estilo al cortar, por medio todas las presunciones que motivaban la primera parte del film, para adentrarse verdaderamente en el tabú que escondía la novela 'De entre los muertos', donde reside el verdadero espíritu condenado a la frustración sexual del realizador. Por eso, suscribo 'Vértigo' como una de las grandes obras maestras de Hitchcock, Un delicado capricho fetichista del genial maestro del suspense, que acabó siendo un compendio de su personalidad.

 

 

 

 

 

 

Vértigo es lo mejor en la trayectoria del maestro del suspense por antonomasia. En ella vemos una combinación de todos los aspectos que habían llevado a Hitchcock al Olimpo del cine. Críticas, por otra parte, que en un primer momento no se vió con buenos ojos, el periódico Time, dijo que se trataba de un thriller convencional más, al igual que la mayoría de las obras de Hitchcock, pero fue con el paso del tiempo con el que la película consiguió abrirse un hueco merecido dentro de la filmografía del director británico. De hecho, en el 2015, fue escogida como la mejor película de toda la historia por una gran selección de críticos. Iconográficamente supuso un gran paso para la carrera del director. Ciertamente es un film en gran medida comercial, dirigida a los grandes públicos. Igualmente es cierto que se trata de una película con múltiples lecturas, algunas de estas mucho más subrepticias que en otras ocasiones, aparte de revelar interesantes análisis sobre teorías psicológicas en las que Hitchcock estaba interesado: el surrealismo, obsesiones sexuales y como pequeña muestra la película “Recuerda”. Nuestro protagonista, tiene diversas desviaciones psíquicas, una de ellas y la más evidente es la acrofobia. Pero no es este el eje principal de la película, sino una fobia con la que juega Hitchcock para poder evolucionar el guión de la película. La obsesión que sí resulta más interesante es la que observamos en la segunda mitad, cuando Scottie se vuelve a encontrar con la misma persona que creía muerta... Es interesante porque se nos muestra el carácter obsesivo que tiene Scottie con la mujer de la cual se enamoró y que aún no ha podido olvidar. Durante toda la segunda parte de la película se empeña en convertir a Judy en Madeleine. De hecho no la llega a querer hasta que Judy no ha vuelto a ser Madeleine en todos sus aspectos, incluido el peinado. Hitchcock transforma su filme en una obra de culto total. Hay que reconocer a la cinta su enigmática presentación que al menos nos mantiene atentos sobre los posibles desenlaces que se pueden dar. Desde este aspecto los detalles están mas que cuidados, tanto la narración trabajada por el director donde cada aspecto está muy bien pensado y adquiere sentido, algunos toques visuales sorprendentes para la época de realización, la compleja trama que va cargándose de emotividad, pero que en ningún momento se torna aburrida, la excepcional actuación de James Stewart quien logra un papel sumamente convincente que le valió ganar la Concha de Oro en el "Festival de cine de San Sebastián de 1958 al "mejor actor". Es una de las películas que ha hecho escuela, que ha influido en muchas obras del cine moderno. Me faltan palabras para hablar sobre esta película, porque "Vértigo" es inmortal...Creo que, siendo un ser humano, no soy diferente a aquellos para los que la palabra, sea hablada o escrita, pueda ejercer tanta importancia o su significado puede tener tal envergadura, que les es casi imposible expresarse coherentemente. Debido a ese hecho paradójicamente tan magnifico como infortunado, mis procesos mentales y hasta mi facultad como cinéfilo pueden a veces llegar a truncar mis esfuerzos por comunicar las cosas mas grandes, como el haber visto, escuchado y sentido por primera vez VÉRTIGO. Y que conste que no es romanticismo es lo que trasmite cada fotograma, cada diálogo... El engranaje funciona individual o conjuntamente, de forma tan perfecta que desde los cimientos, hasta el final, es posible percibir la genialidad de su director y de su manera de hacer cine. Alfred Hitchcock, del que puedo pero no deseo ser imparcial, porque se trata del mejor y más influyente cineasta que alguna vez deleito críticas y espectadores por igual, con su impecable narrativa, Hitchcock fue un catedrático del cine. En VÉRTIGO el sentimiento mas viejo del mundo no podía ir en otra dirección que hacia Madeleine Elster, una irresistible diosa de carne y hueso, reencarnada en una Kim Novak, quien más que deslumbrar, incendia la pantalla con su inconmensurable belleza y fragilidad. Una fantasía masculina inalcanzable.

 

 

 

Para mi todo el resultado es fascinante porque existe en ella la magia del cine... la película bebió también de fuentes como el mito griego de "Orfeo y Euridice", el cuento de Hoffmann, "El hombre de arena’, y la opera de Richard Wagner "Tristan e Isolda". Esta última con influencia más que evidente por la partitura de uno de los fieles colaboradores del director, el compositor Bernard Herrmann, quien lleva cada imagen elaborada por Hitchcock, junto con su habitual fotógrafo Robert Burkes, a extremos de euforia inescrutable.

 

 Todo lo que he escrito sobre el film anteriormente he de confesar que sirve de poco, para traducir los intensos e hiperbólicos sentimientos que me invaden cada vez que tengo la oportunidad de visionar la película, su testamento es vital, su melancolía, la pesadilla y la obsesión amorosa, que va más allá de la vida y la muerte. Son ni mas ni menos estos síntomas que me hacen sospechar que al amar el cine podría sufrir del síndrome de Stendhal, aquella enfermedad psicosomática que afecta al ser humano que se expone a una sobredosis de belleza artística, que causa admiración, placer y por si fuera poco...VÉRTIGO.

 

 

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